PAISATGE SAGRAT
Guix, mel i cera d’abella
Nau Côclea (Centre de creació contemporània de Camallera)
Del 15 de juny al 14 de juliol de 2013

Nau Côclea és un centre d’art al bell mig dels camps empordanesos… i alhora és un espai semisoterrat, cúbic, de ciment i ferro.
La nostra proposta: recrear un escenari íntim d’un món arquetípic en què reflexionar, meditar, escoltar… La cera d’abella, la mel, el traç, la dansa, el símbol, l’aroma, el cant… són els mitjans.

Taula rodona “Eixam. Reflexions sobre el sagrat al segle XXI”
A càrrec de:
Eudald Camps (crític d’art)
Victoria Cirlot (professora de literatura medieval)
Enric Bisbe (biòleg i apicultor)
Moderadora: Clara Gari (comissària del projecte i directora de Nau Côclea)

Article Victoria Cirlot - El zumbido de las abejas

El zumbido de las abejas

Al referirse a la recitación de los textos sagrados por parte de los cantores védicos, Marius Schneider sostuvo que “fue acompañada por un bordón vocal, que imitaba el zumbido de las abejas. De esta manera, la recitación con voz de vaca y el bordón, que imitó el zumbido de la abeja, representan claramente el eje valle-montaña-cielo, tierra-aire, vaca-abeja, leche-miel. La voz de la vaca es el timbre del sacrificio, mientras que el zumbido de la abeja es el son de la alabanza divina.”  Dentro de la cosmovisión que despliega su obra El origen musical de los animales-símbolos en la mitología y la escultura antiguas (1946, con reediciones en Siruela), la comunicación entre la tierra y el cielo, -o lo que también podría entenderse como el cuerpo y el espíritu, lo manifestado y lo no manifestado-, se realiza a través de ritos ceremoniales. El universo se ordena a partir del eje valle-montaña-cielo  según el cual la relación entre los espacios alejados y radicalmente diferentes (tierra o valle y cielo) se hace posible gracias a una zona intermedia, la montaña, que es el único lugar posible de encuentro, allí donde lo espiritual se corporeiza y el cuerpo se espiritualiza. Es ese eje cósmico el que alinea todo el mundo sensible: desde los sonidos y colores, hasta los elementos y los animales, tal y como se muestra en los complejos diagramas de Schneider que pueden verse en su libro.  Y todo ese mundo sensible se reparte entre la tierra y el cielo estableciendo un diálogo constante a través del cual es posible aprehender una realidad que es sagrada. Así, en esa recitación de la que hablaba el musicólogo alemán, la voz de la vaca corresponde a la tierra, que tiene que ser acompañada de un instrumento, el bordón, que imita el zumbido de la abeja. Una estructura claramente binaria sirve para clasificar el mundo animal y sus sonidos: las voces agudas y graves corresponden respectivamente a la tierra y al cielo en los animales pequeños; de ahí que el grillo sea la antítesis de la abeja. Schneider distinguía en su obra las culturas primitivas de las altas culturas por su diferente manera de entrar en contacto con la realidad, pues mientras los primitivos se transforman para imitar al animal, apropiándose mágicamente de él, en las altas culturas se utilizan sustitutos, como por ejemplo instrumentos musicales para ejecutar sus sonidos o cualquier otro tipo de mediación que revele sus atributos. Se desencadenan así las asociaciones dando entrada a las correspondencias simbólicas: al sonido sol corresponde el elemento aire, el astro Júpiter, el color amarillo, la abeja como animal, el número 3, la voz divina…un orden que a veces resulta evidente pero en otras ocasiones absolutamente hermético y que por tanto tiene que ser reconstruido. La abeja como animal celeste y símbolo de la vida espiritual es un lugar común en la tradición indo-aria, pero también en la musulmana: “Dios se reveló a las abejas y el Corán mismo está considerado como una bebida que procede del cuerpo de las abejas”.

Muchos artistas de nuestro siglo han experimentado la necesidad de repetir actos y rituales que encuentran sus orígenes en culturas remotas. La repentina emergencia de ciertos gestos parece proceder de una memoria heredada, ancestral,  que obliga a repetir y elaborar, con el fin de recuperar un saber tradicional. Un gran esfuerzo reconstructor y creador invade estas obras. Así sucede con la instalación de Pep Aymerich y Jordi Esteban, que conecta al espectador con un pasado lejanísimo, pero propio, que quiere ser recordado.

Victoria Cirlot

Quan es rep un tros de cera d’abella, realment es té un producte a mig camí entre sang, músculs i ossos. L’interior de l’home passa pel mateix estat que la cera, però no se solidifica, sinó que roman líquid, fins que pot ser transformat en sang o músculs o cèl·lules d’os. A través de la cera tenim davant nostre alguna cosa molt similar a la força que posseïm a dins.

Rudolf Steiner, “Sobre les abelles” (Nou conferències als treballadors del Goetheanum, 1923 / GA-35)