ACTIVANT L’ESPAI SAGRAT
Mel i cera d’abella
Galeria La Xina A.R.T. Barcelona
Octubre 2013

La Xina A.R.T. és una petita galeria autogestionada del Raval barcelonès que ens permet, gràcies a Benxamín Álvarez, de presentar l’acció instal·lació Activant l’espai sagrat.
L’acció consta de dues parts, a la primera pintem tots dos alhora la dansa de les abelles, primer amb mel i després amb cera d’abella calenta. A la segona fem una libació de mel líquida sobre una peça de guix.

Comissaria del projecte, Clara Garí
Presentació Victoria Cirlot

Transcripció de la presentació de Victoria Cirlot.

Transcripció no revisada de la presentació de Victoria Cirlot.

Esta tarde, con su acción Jordi Esteban y Pep Aymerich nos han transportado a un ámbito que está separado radicalmente del exterior, de la calle y del barrio del Raval. Nos han transportado a otro lado. Y lo han hecho a través de ese recorrer una figura. Lo primero que hemos visto es esa figura dibujada en la pared, que ellos han reseguido embadurnándola de cera. Una figura que al principio podíamos ver como dos círculos conectados dibujando ese ocho que en de las simbologías tradicionales representa el infinito. Eso es lo que hemos visto mientras ellos recorrían el dibujo y se alternaban, mientras uno lo dejaba y el otro continuaba, una y otra vez. Y aunque podemos hablar de dos círculos, lo que hemos visto sobre todo es la unidad, la profunda unidad que se desprende de esa figura. Detengámonos en esta idea del principio de lo doble y del todo que lo recorre una y otra vez alcanzando ese ritmo binario. También ellos son dos, y a través de su acción conjunta, absolutamente conjunta, esa estructura binaria desaparece y se funde en una sola cosa.

Amarillo y no color de cualquier material sino amarillo miel. La miel como material. Por eso ahí en la pared han escrito una cita de Rudolf Steiner sobre las abejas donde nos habla del trozo de cera, de la abeja, y nos dice que mediante de la cera “tenim davant nostre alguna cosa molt similar a la força que posseïm a dins” (tenemos ante nosotros algo muy similar a la fuerza que poseemos dentro). Esto también nos remite a una estructura doble, la de dentro y la de fuera, un dualismo que busca la unidad. La cera o la miel son elementos que podríamos relacionar con la sangre o con la leche. Son elementos fluidos con los que Pep y Jordi han trabajado proporcionándonos un trabajo importante sobre esa figura que estaba apenas esbozada. Fijáos como la figura ha adquirido de pronto una vida radicalmente distinta, fundamentalmente por el color amarillo y por la textura que ellos han ido generando. De pronto esa figura pálida se ha hecho mucho más intensa y ha cobrado una realidad diferente para todos nosotros que hemos asistido a su acto, a su acción.

En segundo lugar nos han trasladado junto a ese cuerpo geométrico, objeto del pensamiento sin ninguna duda: lo decía hace poco un filósofo alemán, pensar es pensar en elementos geométricos. La geometría es la que nos introduce en el pensamiento, en este caso yo creo que quizá podríamos hablar más que de pensamiento; de la meditación, y en ese acto que consistía en verter sobre la pirámide colocada sobre el cubo, la miel, de nuevo, ahora mucho más líquida, es otra textura completamente distinta de la que hemos visto cuando recorrían una y otra vez la figura inicial, una textura muy distinta. La acción de verter desde la cima del tetraedro organiza por sí misma el recorrido de la miel por estos brazos que son cuatro, naturalmente, la cruz. El tetraedro blanco es un cuerpo geométrico; podríamos entenderlo como el templo, como la montaña, como una figura pitagórica también, podríamos entenderlo como un símbolo del cosmos y como una imagen de la construcción del eje cósmico. El eje cósmico a partir de este derramar, de este volcar la miel. Es una ordenación del mundo que es precisamente lo que pretendían todas las culturas tradicionales y esa era la forma de vida propia de una cultura tradicional; consistía en comprender el mundo, comprender el cosmos que tenía lugar a través de esa vivencia simbólica. Porque lo que hemos visto, y a lo que hemos asistido nosotros durante esta media hora es a la vivencia simbólica de Jordi Esteban y de Pep Aymerich. Alcanzando la perfecta inundación de este pequeño estanque de miel donde han colocado la figura, exactamente la que se necesitaba, y finalmente introduciendo sus manos en la miel, han tocado la miel, se han puesto ya en contacto directo con la miel. Este es el momento en que se ha cerrado el acto.

Bueno, yo creo que un acto como éste, nosotros lo deberíamos entender como un gran esfuerzo de memorización, de memoria, de recordar aquello que todos nosotros hemos olvidado pero que de algún modo sigue presente dentro de nosotros. Porque los seres humanos tenemos memoria, como los animales, como el mundo zoológico, como el mundo botánico. Un antiguo zoólogo del siglo XX, Richard Simon decía “las sustancias orgánicas tienen enclaves”. Es decir la memoria está inscrita, inscrita en nuestra sustancia, en nuestro interior: recordamos. Visto desde la mirada de un psiquiatra como Karl Gustav Jung diríamos con él que recordamos desde que el ser humano está poblando la tierra, ¿no? Otros, por ejemplo este zoólogo, Simon, es mucho menos ambicioso y habla de una memoria mucho más cercana. En cualquier caso tenemos memoria, una memoria que tenemos que recuperar porque fue totalmente rota con la introducción de la modernidad. La modernidad supone una ruptura con respecto a las culturas tradicionales en las que quizá uno de los rasgos más sobresalientes consistía en esa unión perfecta del hombre con la naturaleza, ese participar en la vida de la naturaleza, ser uno con la naturaleza, esa comprensión simbólica del universo, es decir la idea de que todo está absolutamente unido a traves de esa cadena áurea como decía Platón. Esa unidad que nosotros vemos expandida en esa multiplicidad que es la que nos envuelve constantemente pero que sin embargo, con esfuerzos como éste permite que recuperemos ese sentido unitario del cosmos. Por tanto un esfuerzo de memoria quiere decir un esfuerzo de recuperar aquello que hemos perdido y un esfuerzo de recuperar el sentido sagrado de la existencia, esa unidad con la que el hombre vivió con respecto al universo.

Aquí hemos entrado además, a través del elemento miel, en el mundo de la abeja, que muchos artistas del siglo XX han reconocido como un mundo absolutamente especial, citaremos a Joseph Beuys porque probablemente sea el artista más conocido que ha trabajado con miel en el siglo XX. ¿Por que la miel, por qué las abejas?, os podéis preguntar todos vosotros. Y para comprenderlo podríamos recurrir a una de las obras quizá más importantes del siglo XX, la obra de un musicólogo alemán llamado Marius Schneider, que escribió El origen musical de los animales símbolos donde recuperaba esa conciencia simbolica de que existe un círculo que es la tierra y otro círculo que es el cielo y que hay que conectar la tierra con el cielo. La comunicación de la tierra con el cielo es uno de los temas fundamentales dentro de la mitología y por ejemplo, os puedo decir, del mito del Grial. El castillo del Grial es aquél que conecta la tierra con el cielo y el personaje, el caballero que tiene que preguntar por el Grial: esa pregunta es la que establece la relación entre cielo y la tierra. Dentro de las culturas tradicionales siempre ha existido esa concepción del mundo de lo manifestado y el mundo de lo no manifestado, la idea del cuerpo y del espíritu, de que detrás del cuerpo hay algo, lo espiritual, si queréis, o la idea, también podríamos llamarlo así. Conectar ambos mundos, esa es la urgencia, esa es la necesidad absoluta que se da siempre en una cultura tradicional. Esta es la forma habitual que tienen de exponerlo y así lo planteaba Marius Schneider. Dentro de esa cosmovisión simbólica el universo se ordena justamente a través de la clasificación del mundo natural en una esfera o en otra, en la tierra o en el cielo. Por ejemplo, la abeja es un animal que se opone a la vaca. Dentro del sistema cosmológico reconstruido por Marius Schneider la abeja se opone a la vaca desde todos los puntos de vista. Desde el punto de vista del sonido; el zumbido de la abeja que echo inmensamente a faltar aqui, recuerdo que en la Nau Côclea de Camallera el zumbido de la abeja estaba realmente presente y era importante, ¿no? Dentro del espacio oir el zumbido de la abeja. Bueno, pues desde el zumbido de la abeja hasta el mugido de la vaca, ese zumbido de la abeja dialoga con el mugido de la vaca, nos dice Schneider, y uno habla desde la tierra, la vaca, y el otro desde el cielo, la abeja, y así sucesivamente se organizan todos los seres que habitan el cosmos en estos dos grandes mundos, el mundo terrenal y el mundo celestial. La abeja pertenece al mundo celestial y esa es una de las características que se le atribuyen en casi todas las tradiciones, desde la tradición musulmana hasta la tradición india por ejemplo, en donde la abeja se concibe como un animal celeste y por eso los sacerdotes cuando realizaban los cantos védicos procuraban imitar el sonido de la abeja. Bueno, aquí lo que hemos visto en cierto sentido, a mi modo de ver es una apropiación de la abeja. Ellos no se han convertido en abejas, pero casi, ¿no? Es decir que a modo de los primitivos que se revisten de máscaras, se transforman, tiene lugar esa mutación extraordinaria en el animal para participar de su realidad. En las altas culturas surge siempre una mediación que no obliga necesariamente a todo ese tremendo proceso transformador, pero existe esa mediación con todo lo que hemos visto aquí. Son mediaciones, en realidad esa forma de proseguir lo que es realmente un vuelo de la abeja, ese volcar la miel sobre esta figura geométrica, todo esto, no son sino formas, actos, rituales, que buscan la participacion con respecto al universo de la abeja y por tanto con esa participación en el universo de la abeja también la participación en ese mundo al que la abeja pertenece que es el mundo celestial.

TRANSFORMACIÓNS I FLUXES EN EL JO I L’ALTRE
Treball audiovisual de Luis Camargo
Sala subterrània

És impossible una activitat artística sense una presa de consciència de la natura.  
Joseph Beuys